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The June sun shines on every red and white stripe on the Stars and Stripes. This is the glorious season for the American flag. The rose-colored lanyard hanging on the memorial wall is telling a silent oath with its flexible posture – those beliefs that will never fade in time are as tight and tough as the lanyards interwoven with fibers. The red color on the national flag symbolizes courage and sacrifice, and the crimson of the rose lanyard continues this fiery passion. This braided lanyard, which originated from the tradition of military honor, was originally born to fix the flag, but it has evolved into a symbol of unity over the years. The entanglement of each fiber confirms the symbiotic relationship between the individual and the collective: a single thread is easy to break, but when intertwined into a rope, it has the power to support the entire flag. On Memorial Day, when people tie the rose lanyard in front of the monument, what is condensed between the red threads is not only remembrance, but also the inheritance of faith. Just like the national flag still flies despite wind and rain, the interlocking ropes remind us: when every citizen becomes a strand of fiber in the country’s warp and weft, no matter how big the storm is, it cannot destroy the community woven by faith. At this moment, looking up at the fluttering Stars and Stripes, and carefully observing the folds of the ropes that hold the flag together, it seems that we can hear the whispers of our ancestors: the so-called patriotism is not in grand slogans, but in the determination to protect common values in daily life. When our lives are intertwined like red ropes, it is the best tribute to the eternal stars on the Stars and Stripes.

El sol de junio brilla en cada franja roja y blanca de la bandera estadounidense. Esta es la época gloriosa para la bandera estadounidense. El cordón rosa que cuelga en el muro conmemorativo evoca un juramento silencioso con su postura flexible: esas creencias que nunca se desvanecerán con el tiempo son tan firmes y resistentes como los cordones entretejidos con fibras. El rojo de la bandera nacional simboliza el coraje y el sacrificio, y el carmesí del cordón rosa perpetúa esta pasión ardiente. Este cordón trenzado, originario de la tradición del honor militar, se creó originalmente para sujetar la bandera, pero con los años se ha convertido en un símbolo de unidad. El entrelazamiento de cada fibra confirma la relación simbiótica entre el individuo y el colectivo: un solo hilo es fácil de romper, pero al entrelazarse formando una cuerda, tiene el poder de sostener toda la bandera. En el Día de los Caídos, cuando la gente ata el cordón rosa frente al monumento, lo que se condensa entre los hilos rojos no es solo el recuerdo, sino también la herencia de la fe. Así como la bandera nacional ondea a pesar del viento y la lluvia, las cuerdas entrelazadas nos recuerdan: cuando cada ciudadano se convierte en una fibra de la trama del país, por muy fuerte que sea la tormenta, no puede destruir la comunidad tejida por la fe. En este momento, al contemplar la ondeante bandera de las barras y estrellas y observar con atención los pliegues de las cuerdas que la unen, parece que podemos escuchar los susurros de nuestros antepasados: el llamado patriotismo no reside en grandes lemas, sino en la determinación de proteger los valores comunes en la vida diaria. Cuando nuestras vidas se entrelazan como cuerdas rojas, es el mejor homenaje a las estrellas eternas de la bandera.